lunes, 28 de febrero de 2011


Cerquita de mi respiras el aire como yo quisiera respirarnos, esta noche es olvidar, te murmuro, y tu lo cambias con un beso, yo te beso por dentro, todavía me duelen los ayeres. ¿Por que nadie quiere tomar vino tinto en mi cuarto? Prometo no poner cualquier música, jazz, bossanova, blues, y un poquito de Concha Buika y Esperanza Spalding. solo regalame una platica diferente a la que todos dan, lo que sea, pero que sepa yo que no eres como los demás.

viernes, 25 de febrero de 2011


Hoy estuve a dos digitos de marcarte!. y luego me doliste mas que cualquier caida en bicicleta. me cure los raspones, me limpie las heridas, levante mi frente y desde entonces inmensamente me sigues doliendo. te recuerdo como a un lunar que nunca se le olvida.

ELLOS no saben de lo que hablan.
ELLOS no saben quien fue ELLA.
ELLOS no saben lo que es querer NO pensarla.
no saben llorarla.
no saben recordarla.AÑORARLA!


entonces ellos no saben lo que es OLVIDARLA.

Una de tantas borracheras, una de tantas lagunas mentales, uno de tantos recuerdos, recuerdos que mañana olvidaré como hubiera querido que tu fueses nada más que una borrachera y no dos años que me tienen desde entonces en una borrachera.

martes, 22 de febrero de 2011

Les pedí que nadie nunca volviera a mencionar su nombre, recordar es volver a vivir, y yo ya no quería vivir su recuerdo

domingo, 20 de febrero de 2011


I.


La vi venir caminando entre àrboles de la alameda y yo no lo quise creer.
Aquella mujer vestida de negro con la bolsa de charol en la mano no podìa ser Serafina. Se parecìa a ella y se vestìa como ella pero no podia ser ella. De todas maneras sentí que me temblaban las rodillas. ¿Será que todavìa la quiero?, pensé.


Yo estaba parado afuera del quiosco de la nevería esperando que dieran las doce para ver a un señor de la Oficina de Hacienda con quien tenía que hablar para que me perdonara unos impuestos. La mujer seguía caminando entre los árboles y mientras más se acercaba a mì más se parecía a Serafina. No puede ser ella, volví a pensar para tranquilizarme: vive en otro pueblo, no tiene a qué venir a Pajares. Ella seguía caminando y acercándose, creyendo, me dijo después que el hombre que estaba parado afuera de la nevería no podía ser yo.
Cuando alcancé a verle los pómulos salientes, los ojos negros rasgados y el pelo restirado era demasiado tarde. Era Serafina y me tenía acorralado.
Ella fue derecho a donde yo estaba, abrió la boca como si empezara a sonreír -alcancé a verle el diente roto- y me dio una bofetada.
No me moví. Ella dio la vuelta y empezó a alejarse.
Yo miré a mi alrededor para ver quién había presenciado mi deshonra y no encontré más que al nevero que desvió la mirada e hizo como si estuviera muy ocupado poniendo la cuchara en el bote. Si se ríe en ese momento yo le parto el hocico, pero no se rió y a mí no me quedó más remedio que irme caminando en dirección opuesta a la que había tomado Serafina.

Me pasó lo mismo que otras veces: ella me hacía groserías y yo era el que me quedaba arrepentido.
En mi mente no quedó más que una sola idea: yo no podía vivir sin Serafina, yo la había abandonado y nada me interesaba en el mundo más que ella me perdonara.
Fui caminando por las calles chuecas de aquel pueblo, al rayo del sol y entre las moscas, porque era junio, diciéndome a mí mismo: "todavía te quiere, la prueba es que te dio la bofetada".
Me arrepentí de al reconocerla no haberme arrollidado a pedirle perdón por haberla abandonado. "Quiero volver", hubiera querido decirle. En vez de eso me había quedado parado, sin decirle nada cuando se acercó, sin seguirla cuando se fue. Creía que la había perdido para siempre y me sentía desesperado.